lunes, 4 de junio de 2007

En el mundo del arte callejero hay de todo. Digamos que es un ecosistema muy complejo, conformado por una multiplicidad de personajes extravagantes cuyo desempeño en las diversas disciplinas de la expresión creativa cotidianammente nos deleita y/o fastidia (dependiendo de nuestro estado de ánimo y de la performance, entre otras variables)

Amen de toda diversidad de formas y tamaños, la rutina y el hartazgo suelen adiestrar nuestra atención para la monotonía: se pierden los matices. El artista callejero no se distingue del comerciante que lo precede vendiendo medias de excelentisima calidad, horribles stickers brillantes de Barbie y el Hombre Araña o la fantástica linterna a fricción que no necesita pilas. Todos demandan atención y dinero, cosa que a los ciudadanos (o vecinos como diría Mauricio) no nos sobran.

¡Y ahí se sube el hijo de puta ese a tocar la quena y el charango en un subte atestado de gente un pleno lunes a las nueve de la mañana! ¡Mierda, carajo! Admito que los hay molestos, si señor. Personalmente no soporto al grupo de actores “Buen Viaje” que hacen siempre el acto del pelado homosexual que pide la caridad de los pasajeros para comprarse un nuevo implante y del tipo que lo basurea. Los que lo vimos tantas veces ya sabemos bien el final y no es que en su primera interpretación haya sido un material de giros argumentales y estructuras narrativas desopilantes. Si bien está todo eso tampoco es menos cierto que dedicarse al arte es nadar contra una corriente muy fuerte. La centralización de los medios y de las industrias culturales con su correspondiente monopolio de la cultura ha cerrado puertas en la cara de muchos aspirantes a troche y moche (helter skelter!) Si hoy día te queres dedicar a la música, al teatro, o a lo que sea, flaco, la vereda y los bondis son algo jodido de evitar. Casi como los call centers en el mundo laboral.

Y yo se que hay mucho talento ahí, porque si de talento hablamos hay cada cosa que vende siendo totalmente carente de talento que tenemos para tirar al techo. Termina pareciéndonos todo resultado de una gran arbitrariedad. Vos si, vos no. En la industria del entretenimiento oficial hay lugar para algunos pocos que se repiten y se repiten y se repiten y se repiten y se repiten…

Incluso la repetición es llevada a las calles, porque Flavio en la guitarra sabe que junta mas monedas de 25 centavos tocando “El Boulevard de los Sueños Rotos” que la canción que le escribió a la hermana de su mejor amigo, que escribe poesías y las reparte en la línea A del subte y claro, no las lee ni el loro.

Es difícil señora, es difícil. Helos ahí rompiéndose el alma ante el muro solido de indiferencia de caras de culo y diarios mal doblados, dia tras dia, atestiguando la miseria de ese ser resentido que es el ciudadano común, preso de sus calendarios desbordantes de trabajos inmundos y malos programas de televisión. Helos ahí, con su sonrisa y todavía animándose a iniciar su propio aplauso, ese que nadie quiere regalarles. Vergüenza debería darnos. Vergüenza debería darle a usted. Si, a usted! ¿Cómo no incentivamos a la creación, a la pluralidad, a la proliferación de estos simpáticos personajes que solo quieren deleitarnos con sus ocurrencias, con canciones, cuentos, o dichosos viajes de la imaginación? No!, no es lo mismo que el vendedor de medias, carajo!



Nicolás Canedo

3 comentarios:

Salix dijo...

Como aprendiz de mi propio arte y buscante de la vida en la calle, te aplaudo por tu post, tu honestidad, y porque me has caío simpático, como no : )

Gracias por unas palabras de dulzura!
Salix.

Salix dijo...

Como aprendiz de mi propio arte y buscante de la vida en la calle, te aplaudo por tu post, tu honestidad, y porque me has caío simpático, como no : )

Gracias por unas palabras de dulzura!
Salix.

no soy Amanda dijo...

amén! muy bueno.

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